domingo, 13 de julio de 2014

El Club Montisonense asciende a la Faja Tormosa

Por encima de los acantilados del valle de Pineta, a una altura aproximada entre los 1.900 y 2000 metros, discurre una senda herbosa literalmente colgada sobre el valle glaciar cuyas perspectivas magníficas hacen la delicia de quien se atreva a salvar el importante desnivel de esta ruta. 

Eran las siete de la mañana de este domingo 13 de Julio cuando nos juntábamos en la Azucarera de Monzón nada menos que diecinueve senderistas, todos muy animados y eso que debido al madrugón nos perdimos las diversas veladas musicales que se celebran estos días. Parece que seamos de “otra pasta”, pues cuanto más difícil es la andada más nos gusta y divierte. 

Partimos pues hacia el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido (sector de Pineta), una joya en nuestra provincia a la que nos gusta ir de vez en cuando. Pasamos por Bielsa y nos adentramos en el valle hasta el Refugio Ronatiza de la Federación Aragonesa de Montañismo, donde aparcamos. Ya sabíamos que el estacionamiento anda escaso en estas fechas, pero tuvimos suerte y pasadas las nueve de la mañana emprendimos la marcha siguiendo las trazas del GR-11 que se dirigen al Collado de Añisclo. 

La primera incidencia fue atravesar el río Cinca dividido en cuatro arroyos, viendo que baja crecido sospechamos que no sería el único punto donde nos mojaríamos los pies. Enseguida la senda comienza a encaramarse en las laderas zigzagueando sin parar a la vez que se adentra en un tupido bosque donde predominan las hayas entre otras innumerables especies arbóreas. Aunque exigente físicamente, este sendero hace las delicias de los senderistas ya que va por la sombra casi siempre y donde clarea o cruza alguna barranquera nos sorprenden pequeños prados repletos de flores de mil colores, fresquísimas y bellísimas. 


Las perspectivas se agrandan conforme subimos, y cuando conseguimos alcanzar el inicio de la Faja podíamos sentirnos como en el mismo cielo, viendo desde arriba el circo de Lalarri, los picos de La Munia y Robiñera y otras muchas cumbres que compensarán con creces el esfuerzo. 
 
Además de los gigantescos árboles y las inigualables panorámicas, la Flor de Nieve se convirtió en la protagonista del día, ya que es una flor abundante en estas escarpadas y húmedas laderas. Hicimos montones de fotos pues muchos nunca las habían visto, entre las que se incluían dos de nuestras compañeras que se llaman Nieves.


Ahora el sendero mantiene la altitud permitiéndonos descansar de tanto esfuerzo y divertirnos un poco más, cruzamos algún barranco prácticamente seco hasta llegar al de Tormosa, donde queda todavía un buen nevero. Paramos a comer el bocadillo en este paso tan importante, pues de haber bajado muy cargado de agua o de existir un nevero más grande, hubiera supuesto el fin de la excursión. En otras épocas del año, por tanto, esta actividad es extremadamente peligrosa debido a la existencia de hielo o a la caída de enormes aludes desde los picos de Baudrimont, a más de tres mil metros de altitud.

Como hoy había de todo un poco, también tuvimos una incidencia en forma de lesión, y gracias a que teníamos en el grupo a una fisioterapeuta no necesitamos ayuda externa, posiblemente estas circunstancias nos sirvan a todos como experiencia de qué debemos hacer y no perder la calma ante tales circunstancias. El grupo estuvo atento en todo momento y eso nos permitió un rato más tarde hacernos la foto de grupo bajo la inmensa Cascada del Cinca, que desbordaba tanto de caudal como de belleza en medio de la pared del balcón de Pineta, donde el Barranco de los Churros da origen al nacimiento del Río Cinca.


El recorrido final se junta con la bajada del propio “balcón”, entrando primero en un mar de helechos y lirios en flor, y luego en el bosque de Pineta hasta la pradera y el refugio, donde ocho horas antes habíamos dejado el coche. 

En resumen, una jornada magnífica de la que todos regresamos muy contentos, como no podía ser de otra manera en un lugar tan maravilloso.