domingo, 22 de mayo de 2016

LOS DESPOBLADOS DEL ALCANADRE Y EL SENDERO DE LOS QUEJIGOS CENTENARIOS


Siguiendo con el programa del Club Montisonense de Montaña llamado “Despoblados del Alto Alcanadre”, un grupo de 19 senderistas nos hemos congregado este domingo en el parque de La Azucarera de Monzón, donde organizamos nuestros coches y partimos hacia este lugar aparentemente lejano y desconocido.

Hemos tenido que conducir durante más de hora y media para acceder por la carretera de Colungo hasta el núcleo de Las Bellostas, localidad perteneciente al Sobrarbe donde la mayoría no habían estado nunca.

Los pasados días hemos estado muy pendientes de las previsiones meteorológicas, que no nos dejan un fin de semana limpio. Es por eso que había cierto nerviosismo y preocupación por cómo se comportaría la mañana y si nos dejarían andar tranquilos esas amenazadoras nubes que cubrían el cielo.

Nada más aparcar e iniciar nuestra excursión, nos cruzamos con un vecino del lugar. Comenzaban a caer unas gotas de lluvia, así que le preguntamos por el tiempo, asegurando que “nada, esto es un rocío, hasta la tarde no lloverá” Pasábamos de la inquietud a un cierto alivio con las palabras del lugareño, que al tiempo nos explicó que hoy era el día de esquilar las ovejas; no pudimos quedarnos a verlo porque el tiempo apremia, así que lo dejaremos para mejor ocasión.

                                                    Bajo un quejigo centenario

Por un hermoso sendero entre muros de piedra atravesamos el conjunto urbano hasta alcanzar la pista que cruza el río Balced y vuelve a remontar hasta la divisoria con el barranco del Mascún. En este trayecto de hora y media nos cayó el primer chaparrón, que duró bastante rato y nos tuvo bien entretenidos en protegernos. El monte está precioso de verdor y multitud de flores, sin embargo nuestra atención está ahora en el sendero S-16 que entra en el pinar para descubrir un conjunto de 26 robles centenarios que recorrimos con curiosidad y admiración ya que pocas veces nos encontramos un caminito tan precioso e interesante. La fresca senda describe una serie de bucles para ir de uno a otro de estos monumentos vivos, cuidando de no perdernos entre tanto árbol monumental. Es un jardín de gigantes al cual dedicaremos todo el tiempo posible, agradeciendo que alguien dedicase sus esfuerzos en señalizarlo y hacerlo visitable.

Sendero de quejigos centenarios, ejemplar monumental

Salimos de nuevo a la pista y en poco rato llegamos al núcleo abandonado de San Hipólito, donde accedemos al despoblado por un sendero; según cuentan tan solo había dos casas y 14 habitantes, la iglesia del siglo XVII sigue en pie y la vigilan un grupo de murciélagos colgados de su techo. Una curiosa herrería y la Casa Español nos remontan a épocas pasadas en que las formas de vida eran tan distintas.

                                                En las Casas de San Hipólito

Regresamos a la pista y nos dirigimos al sur hacia Letosa, otro despoblado de casas ruinosas que sin embargo conservan sus eras pobladas de florecillas y bordas muy interesantes. Según nos relata uno de los guías, aquí hubo siete fuegos (casas) alineadas en una única calle, además de la iglesia.

                                      Borda en Letosa

Entretanto el sol ha sustituido a las nubes, hace calor justo cuando viene el tramo de subida a Bagüesté. La frondosa vegetación nos resguarda un tiempo, hasta llegar a lo alto de un cerro dominante sobre el que se levanta el caserío y la iglesia desde la que se domina todo el valle y puede verse incluso un poco del Cañón del Mascún. El templo románico dedicado a San Salvador está parcialmente hundido, pero queda buena parte de ésta joya del siglo XII.

                                                    Foto de grupo en Bagüesté

Nos hacemos ahora sí la foto de grupo y comenzamos el descenso entre varios caseríos desperdigados. El camino se vuelve sendero que resulta otro jardín de robles, pinos y multitud de arbustos recién brotados e incluso en flor haciendo la bajada al Balced un paseo magnífico.

Negras nubes crecen sin control por el calor del sol, y al poco descargan con fuerza, haciendo que la temperatura descienda bastante antes de llegar al río. Otra vez cubrimos las mochilas con el impermeable, cerramos los chubasqueros y andando despacio para no darnos ningún resbalón buscamos el puente sobre el río donde por fin paró de llover.

Menos mal, porque faltaba por descubrir una pequeña joya con la que cuentan en Las Bellostas: el Elefante de piedra, llamado también “del Serengueti”, una curiosa formación por la que desfilamos para hacernos la foto de rigor, llegando a nuestros coches ya casi secos y bien contentos de lo que hemos andado y disfrutado.

                                                                   Elefante de Piedra

Ya hemos conocido otro rincón del pre-pirineo, con tantos lugares interesantes y buenas sendas que recorrer entre el monte color verde primavera.

Club Montisonense de Montaña – Senderismo.